sábado, 30 de mayo de 2015

Aanisa y los siete cuentos (2)




Sólo cuatro hojas le faltaron a Aanisa para terminar el capítulo XI, el último de aquel aburrido cuento que ella y Zoco el elefante decidieron abandonar.

Todos los personajes de esa historia sabían que Aanisa era una princesa muy valiente, diligente e ingeniosa, cualidades que seguramente la llevarán a encontrar la verdadera historia de su vida. Lo que no sabían era que tenía la costumbre de contar hojas para dormir.

Zoco, un tanto desanimado, se sentó a esperar en la página 51.

-Te lo dijeeeeee- gritaron las ovejas desde la página 25.


Foto: Jardines de la Universidad Simón Bolivar, Caracas.

jueves, 30 de abril de 2015


                                                            El Hatillo - Caracas



Antonieta siguió al pie de la letra las instrucciones de uno de los retos para convertirse en Hada, que le dió el Caballero de la Mesa Ovalada:

-Al llegar a la sala,
verás al Señor Mandala.

Si le bailas y le cantas
y le vuelves a bailar,
pegas 3 brinquitos,
le cuentas un secreto y sonries sin parar,
haciendo una reverencia
mientras cuentas hacia atrás...

Él te dará tus alas. 

jueves, 23 de abril de 2015

El Perezoso

                                                   Urb. El Cigarral - Caracas
                                                       Foto de Carlos Rubio
                                                http://rubiocarlos.blogspot.com/

Ya se había convertido en una peligrosa costumbre el dejarse llevar por los efectos de aquella poción mágica, que le había obsequiado una extraña y misteriosa visitante del bosque. Siguendo al pie de la letra sus instrucciones, el ingenuo mamífero agregaba cada día unas cuantas gotas a sus hojas de Eucalipto, lo que le hacía sentír pesado, muy pesado, como el Elefante. Al principio parecía una buena manera de evitar preocupaciones, por aquello de que hay que tomarse la vida con calma, pero eso de ser el animal más lento de todos, ya no le parecía nada gracioso.

El Perezoso, harto de ser presa fácil de mordiscos y picaduras, debido a su incapacidad para correr y huir de sus indolentes predadores, se propuso acabar de una vez por todas con esa situación. Fué así como un día, decidió anular los efectos de aquella ridícula poción con la ayuda de sus amigos del bosque.

Bastaron unas cuantas sesiones de meditación de la mano de la señorita Garza, clases de hipnosis dadas por un experto, el Dr. León y recomendaciones para cultivar la paciencia, cortesía de Doña Araña y el Perezoso ya estaba listo para acabar con el conjuro.

Aquella mañana, armado de paciencia y valor, logró persuadir a las gotas de la mágica poción para que se unieran a la ruidosa fiesta que tenían en el bosque, sus parientes lejanas, las gotas de lluvia.

jueves, 19 de marzo de 2015

A Antonieta le gustaban los sapos...




                        Después de muchos años, Antonieta  pudo ir a la casa de Santa Teresa antes de que la vendieran. Quería despedirse del lugar donde pasó los primeros años de su vida. Al llegar, subió a la platabanda, donde estaba uno de sus lugares favoritos: la piscina, que cuando era niña parecía un lago ante sus pequeños ojos y donde vivió momentos felices. Ahora está vacía, llena de hojas secas. Los mosaicos que una vez fueron azules parecen ahora un enorme crucigrama gris, y las grietas le recordaron los muchos años que han pasado. Observó los restos del trampolín y recordó cuando se lanzaban su hermano y su hermana, haciendo piruetas, aún con los regaños de “Ña Carmen”, su mamá.
            Antonieta siguió por un rato explorando con ojos ávidos de recuerdos las paredes de aquella vieja casa, sus salones, sus ventanas, el patio al que daba el laboratorio de su padre, y justo ahí en un rincón, estaba la jaula. Era una jaula grande donde vivían los sapos, esos "que le decían a su papá cuando una señora iba a tener un bebé." Al verla, hecha ya una vacía armazón de herrumbre, su corazón se llenó de nostalgia y llegaron a su memoria los recuerdos de su amigo, el sapo más bello del mundo: Floripondio.
            La infancia de Antonieta transcurrió entre familia, juguetes, y la escuela; como muchos otros niños, pero también entre sapos. Para la mayoría de las personas, los sapos son feos y desagradables, pero para ella eran lindos, eran parte de la escena familiar, y Floripondio era su predilecto, su mejor amigo. Era el sapo más grande y rechoncho de la jaula, su piel parecía turrón de chocolate y tenía los ojos tristones. Era además el más atento y educado, porque cuando ella cantaba y bailaba, él no dejaba de verla.
              A Antonieta le gustaba curiosear en el laboratorio de su padre, que era Bioanalista. Ahí habían muchas cosas que le resultaban interesantes, muchos frascos con líquidos de colores, aparatos con muchos botones que daban vueltas y hacían ruidos extraños, pero lo que más le encantaba era observar a los sapos, ver cómo inflaban sus gargantas queriendo imitar a los globos para salir volando, escuchar el gracioso sonido que hacían y por supuesto remedarlo, tan ruidosamente, que hasta la abuela la mandaba a callar.
            Una vez, le preguntó a su papá,  por qué tenía tantos sapos y él le explicó que ellos segregaban un líquido que se usaba para hacer las pruebas de embarazo. En aquella época, esa era la única manera de saber si una mujer estaba en la dulce espera. Así que, para su padre, eran casi unos asistentes de laboratorio, y para ella eran seres adorables, gentiles y con capacidades adivinatorias.
Muchas horas felices pasó Antonieta conversando con sus sapos, en especial con Floripondio. Tal vez él era su príncipe azul, pero a pesar de quererlo tanto, a Antonieta nunca se le ocurrió darle un beso.


Para Papá.

Fotos:
Arriba: Paseo los Ilustres, Caracas
Abajo: Jardines Topotepuy, Caracas

lunes, 23 de febrero de 2015

Un ligero botín


                                   Jardines Topotepuy



Aquel día, nadie notó que Antonieta se llevó tantos cantos como plumas, tantas sonrisas como nubes y tantos recuerdos como pétalos había en aquel lugar. Y es que con su varita era tan rápida, ligera y sutil como las alas de un colibrí.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Brújula astral...

"Las Lunas de Enero te mostrarán el camino..."
Le dijo el Señor de los Anillos {de Saturno} a la siempre coqueta, Antonieta. 


viernes, 23 de enero de 2015

Varita que se duerme...



Aquella tarde, Antonieta no se percató de que la más dormilona de sus varitas mágicas se había escondido en su maleta. Fue esta la causa de que quedara atrapada entre dos mundos en su viaje de teletransportación. Sólo unos heróicos ladridos en fa menor podrían sacarla de aquel atolladero...

Plaza los Palos Grandes y Quebrada Quintero parque nacional El Avila - Caracas